
Tan sólo era un cliente que quiso comprar un juego de cuchillos. Pero estaba tan interesado en todos los detalles, los miraba tan atentamente antes de elegir, que le pregunté para qué los quería. Y así, sin darme cuenta, comenzamos una conversación y acabé invitándole a mi casa a cenar y tomar una cerveza.
¡A mi casa! Todavía no puedo creer que él vaya a entrar en mi santuario, en el lugar que nadie había pisado desde la muerte de mis padres. Pero bueno, no tengo de qué preocuparme, el sótano está bien cerrado y aislado y la chica que conocí ayer perfectamente acallada y preparada para morir en cuanto mi encantador amigo termine de cenar y se vaya.
Acaba de sonar el timbre, seguramente será mi nuevo amigo Dexter…